LA RISA TIENE PODERES MEDITATIVOS Y PODERES MEDICINALES
Ciertamente, cambia tu química, cambia tus ondas cerebrales, cambia tu inteligencia; te vuelves más inteligente. Las partes de tu mente que habían estado durmiendo, de repente se despiertan. La risa llega hasta lo más profundo de tu cerebro, de tu corazón. Un hombre de risa no puede sufrir un ataque al corazón. No es posible que un hombre de risa se suicide. Un hombre de risa llega automáticamente a conocer el mundo del silencio, porque cuando la risa cesa, súbitamente hay silencio. Y cada vez que la risa se hace más profunda es seguida de un silencio más profundo.
Ciertamente te aclara –de las tradiciones, de la basura del pasado—.
Te da una nueva visión de la vida. Te vuelve más vivo y radiante, más creativo.
Ahora, hasta la ciencia médica dice que la risa es una de las medicinas más penetrantes con que la naturaleza ha provisto al hombre. Si puedes reír cuando estás enfermo recuperarás antes la salud. Aun cuando estés sano, si no puedes reír, antes o después perderás tu salud y te pondrás enfermo. La risa saca una porción de tus energías desde tu fuente interior hasta la superficie. La energía comienza a fluir, sigue a la risa como una sombra. ¿Lo has observado?: cuando te ríes de verdad, durante esos pocos momentos estás en un profundo estado meditativo. El pensamiento se detiene. Es imposible reír y pensar a la vez. Son cosas diametralmente opuestas: o puedes reír o puedes pensar…
En unos pocos monasterios zen todo monje ha de iniciar la mañana riendo y ha de concluir la noche riendo: ¡lo primero y lo último!. Inténtalo. Es muy hermoso…
Será difícil; si eres un marido o una esposa te será difícil ponerte a reír de repente por la mañana temprano. Pero inténtalo, es muy provechoso. Es uno de los más hermosos talantes con que puede uno despertarse, con que puede uno levantarse de la cama. ¡Sin nin¬guna razón!, porque no hay razón ninguna. Simplemente estás ahí otra vez, todavía vivo; es un milagro. Parece ridículo: ¿por qué estás vivo? Y el mundo está nuevamente ahí. Tu esposa todavía está roncando, y es la misma habitación y la misma casa. En este mundo continuamente cambiante… al menos por una noche nada ha cambiado. Todo está ahí: puedes oír al lechero, y el tráfico ya circula, y los mismos ruidos… ¡Vale la pena reírse!…
Contempla la ridiculez de toda la situación… y ríete a gusto. No abras los ojos. Tan pronto sientas que el sueño se ha ido, primero comienza a reír, después abre los ojos; y eso establecerá una ten¬dencia para todo el día. Si puedes reírte por la mañana temprano te reirás durante todo el día. Has creado un efecto concatenado: una cosa conduce a la otra, la risa provoca más risa. Y casi siempre he visto a la gente hacer justamente lo contrario. Desde bien temprano por la mañana se levantan de la cama quejándose, pesimistas, tristes, deprimidos, miserables. Entonces una cosa conduce a la otra –y por nada–, y se enfadan. Es algo muy malo porque cambia tu talante durante el resto del día, establece una pauta para todo el día…
El monje zen se va a dormir por la noche nuevamente con risas. El día ha concluido, nuevamente se cierra el teatro. Con su risa dice: «Adiós; y si nuevamente sobrevivo, nuevamente te saludaré con risas mañana por la mañana». ¡Inténtalo! Comienza y concluye tu jornada con risas y ya verás: poco a poco, entremedias de estas dos risas comenzará a haber más y más risa”.
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