martes, 28 de mayo de 2013




Rasta es amor, rasta es buscar estar mejor. Rasta es lo que necesita el corazón. Rasta es una revelación, abre los ojos, descubrelo.

jueves, 16 de mayo de 2013

Lo que el Runner me dejó..

Llega el día. Simula ser uno más, pero existe eso que lo hace distinto. Ese gustito, esas ganas, esa espectativa. La adrenalina, el miedo a no cumplir, la ansiedad que el reloj marque cero. El ánimo de cruzarte con quienes acompañan. La violencia de empujar la suela lo más lejos del paso anterior. La alegría de largar, la energía de estar, la emoción de llegar.
   Suena la alarma, no hay lugar para remolonear. El fuego sobre la tostadora pone el primer tinte de calor de la madrugada. El silbido de la pava, el primer ruido. Amanece el día, y amanece el Alma. La ropa preparada espera a ocupar su lugar en el cuerpo, esperó toda la noche su momento de protagonismo. Pero tienen celos, porque saben que el favoritismo recae sobre las mellizas. Aquellas gastadas y entrenadas zapatillas, que esperan una vez más refugiar los pies con unas medias finas de distancia.
   Bajo, subo, me cambio, talco, desodorante, peine, colita de pelo, pará dije ¿peine?, que siga dice el Juez. Mochila, abrigo, medias de repuesto, vuelvo a subir, el reloj, aquel loco que va a perseguirme todas las pisadas, que va a apurar e insistir, tic-tac-tic-tac, que va a retrasarse para evitar disgustos, y adelantarse para entusiasmar, tic-tac-tic-tac-tic-tac que va a frenarse a la espera de un compañero, que va a transformarse en un goteo de km que van quedando atrás. Todo a la vez, y nunca. Porque el reloj es una excusa más para ser campeón de mi carrera. Bajo. No, subo porque quedó el número en el Kit. ¡El Kit! Otro esclavo. El número identificatorio, cual presidiario al ser marcado, condenado. A ser representante de aquel maravilloso número, que quedará en el olvido hasta próxima carrera, pero te condena. Te apropia de una responsabilidad única, seleccionado para uno mismo, en ser el culpable, o victorioso, de alcanzar ese número a la meta. Ni hablar del chip, ajustado al cordón, abrazado a la zapatilla, atado a la mente.
Descanso. Menos mal que apagué el fuego. Desayuno. Concentro. Mastico. Bebo. Respiro. Sonrío.
Whatsapp que van y vienen, a esta altura ya debe estar el historial en unos 69 mensajes, de "Buenos días", "A levantarse putos", "madrugar", el frío que va a estar siempre entre los maricas, y sarta de boludeses de los que uno se hace cargo, siempre. Y se alegra. Porque no está solo desayunando, está con los otros locos que cumplen con un ritual parecido. Preparan la ceremonia que en minutos se avecina.

Llega el momento de peregrinar al lugar de encuentro.
¡PAREN! Nada de esto tendría sentido si faltara. Sí, me faltaba. La busco donde siempre está, la que acompaña, la que tiene historia, quien no apura, no controla, no esclaviza, no condena, no altera, pero sí me deja presa, caratulada por la Corte Suprema de Vida como "Homicidio de tristeza", "Robo de risas ajenas", "Enriquecimiento ilícito de alegría". Me declaro culpable. Y de ser posible, que sea perpetua.
Aquella esponjosa roja. (Planeta Tierra, ¡perdón por el color de mi nariz!).
Ahora sí, la Nariz de Payaso puesta, plata, llaves, celular, kit, boludeses varias.
"Ya salí" aparece en el Whatsapp.


Una previa que lo único que genera es más ansiedad. Entrada en calor, más para distraer que para concentrar. Números, zapatillas, aparatos de música, medidores de tiempo/frecuencia/ritmo, gazebos, hidratación, cronómetro, corredores, fotógrafos, camillas, promotores, profesores, ¡ANSIEDAD!
El reloj cuenta para abajo, una oleada de gente mal de la cabeza enfila atrás de aquel que marcará la hora de salida. Últimos saludos, despedidas, deseos de buena suerte, como si no fuéramos a vernos por un largo tiempo, una eternidad. Consejos que rara vez vamos a tener en cuenta. Al fin y al cabo, hacemos lo mejor que podemos. Abrazamos aún más los cordones de las mellizas, posicionamos el cronómetro a punto caramelo, ajustamos colitas, sonreímos y que sea lo que Dios y las piernas quieran!

00:00:05; 00:00:04; 00:00:03; 00:00:02; 00:00:01; 00:00:00. Silencio mental. Locura corporal. Alegría espiritual.

Como si Dios tirara del cemento para atrás, y los duendes empujen mi espalda, como si resortes permitan rebotar mis pies contra el suelo y quienes esperan en la llegada estén tirándome de una soga. Como si quisiera superarme. Como si anhelara mejorar mi tiempo. Como si me gustara correr. Como si. Es.
Los kilómetros van quedando atrás, los compañeros dispersos. Algunos se cruzan, otros se animan a alejarse, algun que otro cobarde se resguarda y afloja. Nadie para.
Se divisa la meta,  un escalofrío corre por las piernas, la presión sanguínea que quiere bajar, la emoción se altera y el cansancio ni se siente. Hay que poner la mejor cara para recibir a nuestros invitados, y mostrar que disfrutamos del camino, que vencimos al reloj, y valió la pena..una vez más.
Mi abuelo estaría orgulloso, Cacho esperando atrás de la meta. Qué digo, si se estuvo volviendo loco todos mis pasos para empujarme y joder al maldito tiempo.
Medalla al cuello, alegría de campeón.

¿Habrá sido las mellizas? ¿El entrenar? ¿Un buen día?
La nariz de payaso, y la alegría de vivir.

En la sensación del disfrute nos encontramos profundamente concentrados e implicados en lo estamos haciendo, viviendo una intensa sensación de vivencialidad del presente. Algo que ocurre al momento del goze es la pérdida de la conciencia personal, donde el "yo" se anula, ya que nos encontramos tan inmersos en la tarea que nos despreocupamos de las barreras protectoras que nos marcamos en la interacción con los demás. Se borran los limites con el otro, somos la misma energía emanando alegría, satisfacción y paz.


Exacto: somos la misma energía. Ahí tengo mi respuesta. No fui yo, fuimos todos. Y eso fue lo que hizo que la llegada se adelantara y el tiempo se detuviera.


Corrí, con la energía del resto, los sueños en las zapatillas, la emoción en la mirada, el desafío en el asfalto, la sonrisa en el alma, y la Victoria en honra a mi Mamá.




(Yo Misma)